Olga Ferrari. Sólo cinco palabras

Publicado en por todaslasgalaxiasnarrativa.over-blog.es


 

El compromiso de defenderse con palabras, sobre todo palabras para otro, las que espera oír o leer en un puñado de letras amontonadas, eso sí, separadas en el lugar justo, sin errores, caídas a tiempo en cada pausa.

Él no pudo encontrarlas. Saltaban día y noche en su cabeza sin dejarlo descansar, acorraladas de pronto en espacios pequeños o dispersas en un laberinto sin final que lo apartaba de la realidad.

¿Para qué usarlas? Ya estaba todo dicho.

¿A quién podía importarle su inocencia?

 

Siguió jugando con la lapicera negra, sus ojos fijos en la raya blanca que la cortaba en dos.

- Como a los escarabajos — pensó.

Se comparó con ellos más de una vez, cuando su cabeza se cortaba con las dudas y los celos, quedaba chato, hundido en el silencio, hasta que la tos y el ahogo de ella lo volvían a su tiempo.

 

Guardó el libro sin terminar de leer, no pudo concentrarse. Se fue antes de cumplir su horario, mascando el chicle gastado que se le pegaba al paladar, obligándolo a forzar su boca mientras tragaba palabras. Las guardaría como tantas veces, no estaba convencido de poder ordenarlas a tiempo. Cuando quiso hablarle, ella le gritó sin escucharlo:

- ¡Dejá de soñar! ¡Vos llegás tarde a todas partes!

Pero llegó demasiado temprano.

 

Él subía y bajaba hasta el último minuto de su turno, bastaba apretar el pequeño botón y ahí estaba él, hacia arriba o hacia abajo.

No le importaba que sus ojos claros se fueran achicando o que su espalda cediera al cansancio. Saludaba cortésmente y en el momento justo abría la puerta de rejas que lo encerraba en ese espacio de dos por dos.

 

¿Por qué no se quedó hasta el final?

Jamás dejaba un libro a medias. Le gustaba jugar con las palabras ajenas, las reacomodaba a su antojo, las suyas morían apretadas en bollos de papel desparramados por la casa, total a ella no se le ocurriría leerlos.

 

- Chiflado, - le decía - dejá de hacerte el genio. A ver si soñás con aparecer en los diarios.

 

¿Cómo no logró ordenar esas pilas de tiempo? Lo aturdían los recuerdos.

 

- Con suerte serán de diez a quince años — escuchó sin que le importara.

 

Tampoco le importaba esa nueva gente ocupando su nuevo espacio cercado. Los de antes se iban rápido. Éstos lo perseguían, no se cansaban de leer los bollos de papel que él tiraba sobre el piso de cemento tapizado de nicotina, donde se había depositado un olor nauseabundo que al principio le arrancaba el estómago. En su espacio anterior, algunos olores eran como alas. Como el que la rubia del quinto piso le dejaba sobre el hombro cuando, apoyando la mano regada con perfume de jazmines, le decía susurrando con una voz de miel:

- Hasta mañana. Siga leyendo y piense en mí.

Con su mirada la acariciaba hasta que se perdía en el pasillo.

 

El nuevo pasillo era ancho y ruidoso, las pocas veces que tuvo que recorrerlo sintió que lo perseguía el sonido de la reja al cerrarse.

 

Si él hubiera trabado la puerta quedándose sentado en el piso, con la cabeza entre las rodillas para descansar un rato antes de ir a su casa, todo sería distinto.

 

No pudo olvidar la mirada de miedo de ella, ni la risa burlona del hombre que la abandonó sin explicaciones.

En una catarata de palabras liberó reproches apilados en silencios de tantos años. Sus manos iban a cerrarse como tenazas sobre ese cuello, pero al notar el ahogo, quiso ayudarla como otras veces en los ataques de asma. Los ojos fijos de esa cara morada lo paralizaron y temblando la dejó caer.

 

Corrió como loco hasta llegar al edificio, no escuchó que lo saludaron en el pasillo, sólo vio el botón iluminado esperándolo.

Se refugió en ese espacio de dos por dos, trabó la puerta y se pegó al piso con la cabeza sobre las rodillas. No recuerda cuánto tiempo pasó hasta que vinieron a buscarlo.

 

- Yo lo vi llegar corriendo — afirmó el portero.

No hizo falta nada más, alcanzaron esas cinco palabras para sellar su destino.

No quiso hablar. No se defendió.

 

Prisionero de su suerte, camina marcando círculos tras la enorme reja con pintura descascarada. Lo persiguen los bollos de papel ahogando palabras que no supo ordenar a tiempo.

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O
Gracias Irene, realmente me emocioné. Un abrazo
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G
EXCELENTE CUENTO DE olga ferrari°°°<br /> 10 puntos<br /> sebastian
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